Reconfirmada por la Secretaría de Salud la muerte del primer mexicano por Covid-19 cuando el reporte oficial arrojaba 118 casos confirmados, en estudio 314 sospechosos y otros 787 descartados, sesionará el Consejo de Salubridad General, máximo órgano de decisión en el sector y que encabeza el presidente de México. Y ahora al exmagistrado José Ramón Cossío convertido en analista, así como el político profesional Salomón Chertorivski Woldenberg quien desempeñó tareas en el sector y por ello lo presentan como especialista, sus lectores y televidentes les cuelgan la medallita porque el CSG cumplirá sus funciones elementales.
A ese nivel está la frivolidad por los “derechos de autor”. Mucho más descarnada aún es la disputa por la reacción del gobierno del presidente Andrés Manuel en torno a la crisis sanitaria –también económica y social– que se avecina y para la cual los epidemiólogos e infectólogos y López Obrador que definen las políticas sanitarias optaron por una estrategia gradual, conforme los hechos confirman las previsiones; en tanto que politiqueros como el legislador panista Víctor Oswaldo Fuentes Solís y el despacho Serna, Ventura y Asociados denunciaron al secretario y el subsecretario de Salud, Jorge Alcocer Varela y Hugo López-Gatell, respectivamente, en la Fiscalía General de la República por su “presunta responsabilidad en los delitos de tentativa de homicidio y lesiones, debido a la falta de acciones para enfrentar el coronavirus Covid-19”, así como en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en Washington, se presentó una queja contra el Estado mexicano.
“Falta de acción” con la que se pretende ocultar el desacuerdo con las políticas en marcha, por ejemplo, inició la entrega adelantada de dos bimestres de pensión –que algunos colegas de origen comunista llaman “dádivas” o “regalo de dinero”, cuando la Cámara de Diputados ya lo reconoció como un derecho constitucional– a más de 8 millones de adultos mayores.
Y en el terreno macro, la mayoría de los legisladores de San Lázaro aprobaron una reforma a las leyes de Presupuesto y de Deuda Pública con la finalidad de que AMLO pueda contratar créditos hasta por 180 mil millones de pesos para enfrentar una crisis de ingresos ocasionada por la pandemia. La ausencia de los diputados de la oposición fue la peor apuesta que hicieron con el pretexto del Coronavirus, pues en política no existen los vacíos porque los llenan otros actores.
En la mañanera Obrador anunció que prepara el Plan DN-III para la atención de los pacientes con coronavirus. Detalló que “lo más importante es que estamos preparados médicamente… Vamos a contar, como siempre lo han hecho, con todo el personal médico, con instalaciones, está todo el gobierno preparado”. Y remató con tres ¡Ánimo!”, lo que contrastó con el rostro serio y cansado de López-Gatell.
Sólo falta que “la fuerza moral del presidente que no es de contagio”, guarde una puntual correspondencia entre lo que nos recomiendan diariamente los especialistas, coordinados por el extraordinario vocero que es el doctor Hugo, y la conducta de Obrador en las mañaneras. Por ejemplo, guardar sus estampitas religiosas porque las creencias son del ámbito privado, íntimo; no frotarse la nariz con los dedos, tampoco tocarse el rostro y que suspenda de inmediato los saludos de manos y abrazos –¡Ni besos ni balazos!– de los mexicanos que lo apoyan y que son 45 millones, incluso dando crédito a que su popularidad es del 60% como dictaminaron tres muestras demoscópicas.
Finalmente, que Jesús Ramírez disponga que los reporteros de los medios convencionales y de las redes sociales guarden un metro de distancia entre uno y otra. La fuerza del ejemplo es poderosa.