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De verdad que es la tormenta perfecta. Un presente con una crisis de salud y una economía comprometida a futuro. El ingreso del COVID-19 a territorio nacional marcó el inició de dos contingencias: la de salud y la económica.
Es una obviedad decir que ocurrirá una desaceleración económica por causa del virus, pero es menos evidente señalar que los gobiernos municipales, estatales y el Federal en México están omitiendo establecer políticas de recuperación económica para Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES).
La mayor parte del sector empresarial se conforma de PYMES. Dicho de otra forma, son las principales empleadoras.
Mientras las grandes empresas podrán enfrentar la crisis, aunque con dificultades, las PYMES no cuentan con la misma posibilidad y dado que el empleo que generan es de altas proporciones en el país, es necesario que los gobiernos establezcan medidas de promoción para que estos emprendimientos no desaparezcan.
La espiral de depreciación económica será aún más grande si no se establecen pronto medidas para lograr que estas pequeñas empresas de 50 a 2 trabajadores salgan adelante.
Y el efecto de este daño será irreversible. Muchos de los emprendedores que alcanzan tener una PYME invierten gran parte de sus ahorros en desarrollar su proyecto.
Si no se establecen medidas de contención y posterior promoción de estas empresas, el quiebre causará una crisis más severa.
De acuerdo con datos oficiales, hay 4.2 millones de unidades económicas en México. De ese universo, 99.8 % son consideradas Pequeñas y Medianas Empresas (Pymes), las cuales aportan 42 % del Producto Interno Bruto (PIB) y generan el 78 % del empleo en el país.
De ese tamaño es la afectación, de ese tamaño el riesgo.
Con una economía desacelerada y las PYMES sin algún apoyo, México no va a una crisis sino a la extrema pobreza.
Hay que ver al futuro y planificar en la recuperación o impulso de este sector empresarial.
Es eso o cerremos la puerta de una vez.
