Todo se derrumbó. El barril de petróleo a 30 dólares en el mercado, el dólar a 22 pesos en sólo un fin de semana --y faltan cuarenta para que acabe el año--, más la pandemia en puerta, la inflación y la escasez de alimentos pronosticada, más la ausencia de crecimiento, la recesión y la desconfianza, han demostrado que la Corta Transformación era una quimera.
Todo un complot del mundo, pero contra la ignorancia, la falta de mesura, el desconocimiento de gobierno, la ausencia de ideas para fortalecer el mercado interno, la guerra declarada contra los creadores del empleo, la criminalidad perdonada, la exoneración de los grandes rateros y traidores a la patria.
El aumento de la producción petrolera en la península arábiga, la rebaja de los precios, impulsada por el aumento a doce millones de barriles diarios ha dado al traste con todas las ilusiones del medioevo tabasqueño. Nos ha ubicado en el mundo real, muy lejos del “nunca jamás” de Peter Pan.
Las condiciones objetivas, hechas realidad en cuarenta y ocho horas de pánico, plantean una nueva ecuación que viene a confirmar que el camino elegido por la demagogia populista - reeleccionista iba a hacer daño más temprano que tarde. Y el desastre ya está aquí, tomando el café en nuestra sala. No pasó tanto tiempo.
Pensamiento obtuso, declinante, permisivo, altamente peligroso
Una parvada de cisnes negros, inesperados por los estrategas del régimen del Caudillo, ha caído sobre nuestras ingenuas cabezas, peor que las siete plagas, como una avalancha económica que amenaza con no dejar títere ni para la función matutina.
La Corta Transformación ha topado no con el muro fronterizo, sino con el muro del mundo, ése que ni él sabe dónde está.
Si hasta hace unas cuantas horas todavía había quienes sostenían que por el hecho de haber llegado al poder, los mandarines tenochcas tenían el derecho absoluto de imponer lo que fuera, ese argumento se ha convertido por la terca realidad en un pensamiento obtuso, declinante, permisivo, altamente peligroso.
Es un retintín que sólo sirve para justificar un autoritarismo ramplón y desbocado. Contra él, se impone recordar que es el pueblo el que tiene en todo tiempo la facultad de modificar su forma y régimen de gobierno, en él radica el principio de la soberanía, lo sabemos desde hace doscientos años.
Ya ni la sombra de las promesas y los compromisos de campaña
Las condiciones objetivas del mundo moderno han rebasado a los políticos locales, a los dirigentes criollos sin barniz ni idea de dónde están parados, si es que todavía lo están. La crisis que se plantea no se puede enfrentar con voluntarismos ni con programitas reeleccionistas. Todo eso ya se derrumbó.
Y es que desgraciadamente nunca hubo conciencia de responsabilidad frente al juicio histórico, ni identidad en los principios, ni ideología para la acción concertada, ni objetivos coincidentes con los grupos de la población económicamente activa, ni compromiso con los electores que votaron por ellos.
No hubo conocimiento de las leyes, ni aspiraciones constitucionales, ni un frente común para enjuiciar a tiempo a los grandes delincuentes. Lo que demostró la Corta Transformación en su efímero paso fue una abyección permanente, una entrega incondicional en los brazos de los negociantes de siempre.
Una rendición incondicional a los llamados neoliberales que ahora se dan el lujo de manejar los presupuestos públicos para seguir engordando sus carteras personales, mientras trasladan las ganancias obtenidas de las concesiones estatales a mercados inmobiliarios y turísticos europeos y centroamericanos.
Igual que lo han hecho siempre, pero ahora recetándole al pueblo atole con el dedo, buscando desbocadamente desde ahora el poder supremo de la investidura presidencial. Por eso y lo que llegó en cuarenta y ocho horas, la Corta Transformación es un cadáver insepulto, ya ni la sombra perversa de las promesas y los compromisos de campaña.
Ni para dónde hacerse. Estamos solos en medio de una vorágine
Pero el campo ya quedó destruido. La moral de las Fuerzas Armadas, la de los principales burócratas que se sienten denigrados por el trato inicuo del Caudillo y la iniciativa de los empresarios que pueden crear empleos, ha sido derruida.
Lo peor es que ya no se puede rectificar, ni siquiera para enfrentar este cataclismo, porque la Corta Transformación gastó todas las canicas en jueguitos de popularidad, quemó la pólvora en infiernitos. No hay para dónde hacerse. Estamos solitos en medio de una vorágine monumental que nunca vieron venir.
El Caudillo nunca fue el líder que la población necesitaba. Hoy es un comandante sin ejército, un líder sin emoción popular, sólo un populista con ambiciones personales que lo manejan y lo empinan. Manda sobre un gobierno sin pueblo, descontando al puñito de cuatroteros enajenados que no tardan en recular ante las circunstancias de la falta de dinero.
El mundo no se disputa en mítines chocarreros ni con tamales
Ya no se debe andar jugando a las cebollitas, ni a las manitas calientes, ni a la matatena. El pueblo exige seriedad y actitud. Las mujeres lo gritaron a pecho abierto en las históricas manifestaciones del fin de semana. Desafortunadamente, los acontecimientos internacionales opacaron su voz.
Y es que el mundo se está disputando en otros lados, al alimón de las potencias emergentes que la Corta Transformación burló y despreció. El mundo no se disputa en los mítines chocarreros ni a guisa de tamales de chipilín, trozos de yuca y más chorote. El mundo no se gana perdonando a los delincuentes del pueblo.
Porque con soluciones y trapos chiquitos, con moralinas recetadas por el buen pastor para todo, enfrentar el vendaval internacional es querer combatir un ciclón a pedradas. Se ha fracasado en todos los renglones y el chamaco no sabe hacer la tarea. Ahora, entramos al país del miedo, adonde todo se derrumbó.
Al no producir alimentos, ¿dónde conseguiremos para comer?
Al acabarse el poco dinero que quedaba en ilusiones reeleccionistas de programitas fallidos, toca al gobierno hacerles frente a los impagables intereses de la deuda externa, lo que acarreará una bronca inimaginable, nuestro crédito será de cero en el exterior, ninguna posibilidad de influir, hágame usted el refabrón cavor, en las elecciones estadounidenses.
Seremos los villanos del traspatio. Los insulsos que no supimos qué hacer con la riqueza, los ilusos que confiamos en un hombre menor para resolver los problemas, sin darnos cuenta de que el principal problema era él. Al no producir alimentos, ¿dónde conseguiremos para comer?
Hasta aquí llegó el país conocido. Lo que sigue, el anticlimax
Los despidos de la burocracia, excepto el de los cuatroteros aguantadores de los regaños del Caudillo, serán mayúsculos. Los servicios se verán reducidos y muchos tendrán que desaparecer del mapa. El régimen demagógico tratará de meter las narices en los bolsillos de absolutamente todos los habitantes. El santanismo de los impuestos a las ventanas y a los perros regresará, ahora con mayor enjundia.
Porque todo voló por los aires, antes de que siguiera haciendo más daño. Para los que se preguntaban qué hacer desde la sociedad para enfrentar las amenazas y la destrucción del régimen, ya no habrá necesidad de buscar la respuesta. Hasta aquí llegó el país conocido. Todo lo que sigue, puede considerarse anticlimático, ficción pura, arrase total. Viene la etapa de todos contra todos, la que siempre se esperó del nuevo régimen.
Ya llegó, más pronto que nunca.
Lo que se hunde por la ignorancia, debe de ser salvado por el pensamiento.
¿No cree usted?