Como se ven las cosas, México es el único lugar del mundo donde los perros sí se amarran con longaniza y donde los grandes problemas de fondo se quieren y pueden resolver con discursos, con mentadas de madre o a pedradas. El asunto de la pandemia que está parando de pestañas a todo el planeta ha revelado el mar de fondo: la ineptitud y la miseria moral.
Mientras donde quiera se activan los protocolos de investigación, se difunden las formas de prevención, se cuidan las instituciones epidemiológicas, se abastecen de medicinas para afrontarla, en México bastan las mentadas para convencernos de que el camino más directo hacia la puerta falsa es defenestrar a los responsables y correr a mentadas a los cruceros.
Las soluciones rancheras siempre nos han salido demasiado caras, en todos los frentes posibles. Si hay que rescatar a Pemex, todos piensan que el remedio es la inversión a fondo perdido. Tirios y troyanos se enfrascan en una discusión de parvulitos que, por donde se le vea, acaba desfondando todo presupuesto público, toda deuda externa.
Las cifras billonarias que resultan nos llevan al lugar de origen: nada tiene solución en el rescate de Pemex, porque no alcanza el dinero para poder llevarla a cabo. Y es que la solución en la paraestatal no va por ahí. Pemex no requiere inversión para poder hacerla eficiente y productiva. Sólo basta la decisión política, los arrestos suficientes.
Cerraron las válvulas de más de dos mil pozos productivos
La ex paraestatal –ahora empresa ¿productiva? del Estado-- extraería el millón y cuarto de barriles que le faltan para brincar la vara de las calificaciones, si la óptica se enfocara hacia la recuperación de los barriles de crudo que ahí están, pero que nadie quiere ver por miedo o por respeto a los pactos criminales. Para el caso, es lo mismo.
Usted y yo lo hemos comentado desde hace mucho tiempo, sólo falta que hagan caso, si es que de verdad buscan la autosuficiencia de la industria petrolera. Y es que en los últimos años la mafia sindical, azuzada por los regímenes políticos en turno, acató la orden de cerrar las válvulas de más de dos mil pozos productivos ubicados en la llamada Faja de Oro.
Pozos maduros, en plena producción, que sólo abriendo las válvulas podrían arrojar cantidades diarias de barriles de crudo que solucionarían muchos problemas financieros, económicos y políticos. Se calcula conservadoramente que de no haberse cerrado, arrojarían casi un cuarto de millón de barriles diarios. Todavía se puede y se debe hacer.
Ardid para abrir las puertas a las empresas extranjeras
Y lo dramático es que esos pozos fueron obturados para lograr artificialmente que la producción se cayera y, así, tener los argumentos necesarios para dejar entrar al territorio nacional a todas las exploradoras y perforadoras del exterior, claro, con los consabidos prestanombres locales, para hacernos el favor. A cambio de llevarse todo el presupuesto disponible.
Un asunto de corrupción elemental. Pero nadie protestó, porque los perros se amarran con longaniza y los discursos del rescate sonaban como música a los oídos de los vende patrias. Pues bien, abrir esas válvulas nuevamente no cuesta absolutamente nada. Pero nadie lo hace porque al momento se destaparían todos los entretelones de los negocios anticonstitucionales que se hicieron al amparo de esa patraña.
El Pacto de Impunidad ha hecho posible que esto siga
Aunque los lectores siempre han coincidido con el argumento central, es necesario recordarlo: diariamente, en la Sonda de Campeche se roban la mafia sindical y los regímenes corruptos, el pasado y el actual, un millón de barriles de petróleo crudo del más caro, para trasladar el beneficio a los bolsillos de los mandarines oficiales. El huachicol, pero a lo bestia.
El Pacto de Impunidad EPN-AMLO ha hecho posible, proteger lo que en cualquier país del mundo sería un delito de lesa patria, sólo que aquí es cobijado y encubierto como si nadie supiera que existe, para inyectarle a Pemex y a sus negocios burocráticos billonarias sumas de pesos para el rescate de la industria. Para la salvación nacional.
Claro, la sangría presupuestal de Pemex se lleva entre las patas cualquier gasto, el de salud, seguridad, la inversión pública y privada, la certidumbre en el modelo de desarrollo y todas las pamplinas que usted pueda imaginarse. Sólo quedan los discursos, las mentadas de madre y las amenazas para combatir todos los flagelos.
Por lo visto, “la honestidad valiente” nunca llegó al poder
Tiene razón Macario Schettino: todo lo que conforma un auténtico gobierno criminal. Pero la causa de este crimen no es la salvación ni el rescate de Pemex, que pudiera ser defendida si fuera cierta, la tragedia nacional es el mar de fondo de la miseria política que ha estado arrasando al país.
Todo mundo sabe que un presupuesto de más de seis billones de pesos como el que presume el gobiernito de la Corta Transformación, sería suficiente para atender con holgura los requerimientos de las insuficiencias crónicas del país, en casi todos los rubros públicos. Es sólo un asunto de honestidad valiente, que por lo visto, nunca llegó.
El problema es que la gran parte de ese dinero, haciendo a un lado las obligaciones anteriores, los gastos burocráticos, el pago de intereses de la deuda, los adeudos fiscales atrasados, las pensiones, se la lleva el renglón obsceno del rescate de Pemex, una industria endeudada hasta los huesitos. Pero mientras las condiciones delictivas sigan como van, esto no tiene remedio posible.
El tiempo de la credibilidad y de la gobernabilidad ya se les pasó
Ningún dinero alcanza para rescatar Pemex si no se toman esas dos medidas urgentes, importantes y necesarias en grado sumo. Y así como ningún dinero alcanza para remediar esos males, ninguna decisión política, ni el enjuiciamiento de los responsables del más alto nivel alcanza para poder salvar la cara tan desprestigiada de este régimen. El tiempo de la credibilidad y de la gobernabilidad ya pasó.
Mientras el gobiernito de la Corta Transformación no actúe con valor y lealtad hacia el pueblo de México, ningún problema puede tener solución. Es sólo darle más vueltas a la noria. Y los discursos, las mentadas de madre y las pedradas, ya no alcanzan para nada, excepto para seguir haciendo un ridículo que ya es mundial.
¿No cree usted?