Como todavía no supera México el uso y abuso del doble lenguaje político, con todo y el primer año de la Cuarta Transformación y además sería mucho pedirle a ésta, es para reflexionar el significado de que en un discurso pronunciado en la ceremonia por el otorgamiento de ascensos a militares y marinos y con la presencia de cientos de éstos en el Patio de Honor de Palacio Nacional, el general Luis Cresensio Sandoval se ocupó de la lealtad de las fuerzas armadas al presidente Andrés Manuel, con ocho menciones en apenas 3.5 minutos, una cada 26.25 segundos.
Parece una exageración, lo es. Tanto que López Obrador agradeció al día siguiente, 21, las palabras del divisionario que él encumbró al frente de la Secretaría de la Defensa Nacional, haciendo a un lado las recomendaciones hechas por el grupo castrense hegemónico en el sexenio del corruptísimo Enrique Peña. Hecho sin precedente en la milicia y que aún espera una valoración de los expertos. Para un general contestatario fue a partir de la reunión con el alto mando (22-VIII-18) que el presidente electo produjo un viraje en su visión crítica sobre el Ejército y en su estrategia para combatir la inseguridad pública.
Encumbramiento por el que hoy el general secretario debería estar agradecido de por vida a AMLO, pues sin su decisión de guiarse por el perfil curricular y no por las recomendaciones del alto mando, Sandoval González no ocuparía la titularidad de la Sedena.
“Somos leales y guardamos profundo respeto a la institución presidencial que usted representa al haber sido elegido en un proceso democrático y transparente…
Respaldamos su proyecto de gobierno con lealtad, profesionalismo y honestidad… Nuestra madurez institucional está fraguada en el apego al Estado de derecho y a la subordinación al poder civil…”, fue parte del florilegio, cuando en todo caso es una obligación constitucional y una tradición más que centenaria que sólo rompió el usurpador de 1913.
Tal discurso es incomprensible sin el confuso operativo en Culiacán, Sinaloa, y sobre todo el “impertinente” (AMLO, dixit) discurso del general en retiro Carlos Gaytán Ochoa –subsecretario de Sedena en el gobierno del guerrerista Felipe Calderón– en el que criticó el 12 de octubre acremente al gobierno de la 4T y al comandante supremo, en nombre de la Asociación de Graduados del Colegio de la Defensa Nacional, en Lomas de Sotelo, portando el uniforme, en presencia del titular de la Sedena y con una ovación de pie de los asistentes.
Justo por ello, la reacción presidencial resultó oportuna y claridosa, tanto que alebrestó a los que no tocan al Ejército ni con el pétalo de una palabra porque AMLO aseveró: “Aunque son otras realidades y no debe caerse en la simplicidad de las comparaciones, la transformación que encabezo cuenta con el respaldo de una mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y de la paz, que no permitiría otro golpe de Estado en nuestro país. Aquí no hay la más mínima oportunidad para los Huertas, los Francos, los Hitler o los Pinochet. El México de hoy no es tierra fértil para el genocidio ni para canallas que lo imploren”. Qué así sea y tenga plena razón.
Para Raúl Benítez Manaut “La idea de golpe de Estado es muy desafortunada. En México no hay condiciones para un golpe de Estado. Y no las ha habido en cien años”.
Lo mismo aseguraba el presidente Evo Morales apenas en agosto de 2018. Y ahora lo tenemos entre nosotros por fortuna, mientras los golpistas en connivencia con Luis Almagro siembran muerte y terror en Bolivia.