En la última semana ha quedado más que claro que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha tomado una actitud indiferente ante los problemas que aquejan a México, escondiéndose en el respaldo que tiene todavía de un sector de la población.
Desde perder el tiempo con “investigaciones” contra tuiteros hasta minimizar acciones criminales como el asesinato de 9 miembros de la familia LeBarón, son las acciones que más han llamado la atención del presidente de México.
La última acción criticable del mandatario fue el encuentro que tuvo con el pitcher mexicano de los Astros de Houston, José Urquidy, acto que fue presumido en las redes sociales de López Obrador, mientras los asuntos importantes para México pasaban a segundo término.
Esto se une al reclamo hacia el presidente por estigmatizar a la prensa, algo que ha hecho desde que era candidato a la presidencia de México, calificando a diversos medios como “chayoteros” y a algunos periodistas como parte de la “prensa vendida”.
Indignante ha resultado que pese a haber pruebas de las constantes fallas y contradicciones en su actuar, el presidente sigue empeñado en darse baños de pureza afirmando que todos esos ataques son parte de los “conservadores”, que según quieren desestabilizar su gobierno.
En estos momentos no se sabe por qué actúa de esta manera la máxima autoridad del país, quien debería estar tomando acciones para contrarrestar los problemas de inseguridad que se tienen, en lugar de ocupar el tiempo espiando tuiteros.
También es un hecho que México está estancado económicamente en estos momentos y no se ven políticas para evitar que este problema crezca. Por supuesto, el presidente argumenta que esto es culpa de administraciones anteriores.
Tal parece que esta manera de actuar del presidente es una especie de autodefensa ante todos los problemas que no ha sabido responder. En el peor de los casos, su actitud podría ser producto de su indiferencia, sabedor que aún hay muchos mexicanos que creen en él ciegamente.