Hace ya algunos años, la esposa de un amigo, recién desempacada de una ranchería de Yucatán, se halló de pronto perdida en el Centro Histórico de la Ciudad. Sin más armas, le habló al cónyuge para que fuera por ella. Aquél le preguntó qué en cual esquina se encontraba, y presta, volteó hacia las cornisas cercanas y le contestó: en Tránsito y Mejor mejora Mejoral.
Pero eso no fue todo. Al abordar por la noche el trenecito urbano de Coyoacán y darse cuenta de que las luces estaban encendidas y la gente iba sentada, la simpática señora saludaba a cada uno de los pasajeros de mano y les repetía: buenas noches. Evidentemente, la señora estaba poseída por el pensamiento aldeano. No había otra explicación.
De una forma silenciosa, subrepticia, la invasión que atacó a México desde hace año y medio es la del pensamiento aldeano. Tampoco hay otra explicación. En medio de un mundo desconocido, ancho y ajeno, el régimen de la Cuarta Transformación aborda todas las dificultades, obstáculos, crisis terminales, con herramientas aprendidas para ser usadas en otros contextos, en otras regiones, en otras épocas.
Y así obviamente no se puede. Los destrozos causados a la economía, la política y la sociedad son irreparables. No es posible ya ni empezar de cero, porque para eso tendríamos que esperarnos cinco años y quién sabe si para entonces quedara algo del país que se perdió, tanto en bases estructurales, en fundamentos constitucionales y en opciones de desarrollo internacional.
El retroceso, francamente decepcionante y burdo
El estancamiento previsto, el crecimiento a menos cero, los déficits comerciales, la pérdida de la confianza entre los inversionistas, las oportunidades perdidas, la recesión galopante, la cauda devaluatoria y los criterios necesarios, han llegado para quedarse y sus remedios han pasado de largo.
Lo que esperaba la población al votar masivamente por el cambio fue realidad, si el cambio se analiza de adelante para atrás, como el de los socorridos cangrejos. Asignaturas realmente pendientes, como ésa de aplicar la justicia para castigar a delincuentes de alta traición, han resultado más amargas que tomar cicuta. El retroceso es francamente decepcionante y burdo.
Lo único que puede parar el avance del pensamiento aldeano es el Golpe Silencioso, si no se quieren vivir nuevamente las experiencias de cuartelazos, gorilatos y asonadas. Nadie está para eso. Pero el cambio silencioso es una enorme opción para México. Por el bien de todos, es imprescindible. Urgente y necesario.
Hacer a un lado a los responsables del poder
Desde una óptica razonable, el cambio que inyecte esperanza y confiabilidad todavía es posible, si se hace por la vía silenciosa, sin tos, sin aspavientos. De alguna manera, eso es lo que los capitostes neoliberales están queriendo hacer tomando el control de todo el presupuesto para las mil seiscientas obras de infraestructura que se prometen para reactivar la economía.
Hacer a un lado a los responsables formales de las posiciones de poder, antes de que el tepache regado deje una mancha indeleble, por muchos años y por siempre. Quitar de en medio a los burócratas ineficaces, cansados o ignorantes, y poner manos a la obra, aunque los frutos esperados por la población no sean los mismos. Pero hacer a un lado a todos, sin excepción.
Los militares ya desplazaron a Alfonso Durazo
Ni modo. En esa tesitura estamos, y vale más reconocerlo que lamentarlo. Es una especie de real politik, un hueco oscuro donde jamás pensamos que iba a caer la inflamada Cuarta Transformación. Así, el Golpe Silencioso avanza, por la vía de quitar a los que estorban, con su inconsciencia disfrazada de dogmatismo o de ortodoxia ideológica. Brincos dieran.
No muchos países pueden darse el lujo de escoger entre el golpe armado y el golpe silencioso. En otras latitudes la confrontación entre poderes civiles y militares ha sido innegociable e intransitable. La solución ha debido ser drástica, así como lo señaló el general Sandoval, que dice ser el secretario de la Defensa Nacional.
Quitar de en medio al tal Durazo era inaplazable. Menos mal que ya lo entendieron así en las alturas al designar a un ciento de militares y marinos entorchados que se hagan cargo de dirigir la llamada Guardia Nacional en los estados de la República. Aunque la solución llegó tarde, pues era necesario el culiacanazo de la terca realidad, algo se podrá hacer.
Durazo demostró en poco tiempo, igual que el tiempo que tardó la Cuarta Transformación, en comprobar que no sirve para nada, vamos, ni para armar un operativo para una fiesta de quinceañera. El encargo le quedaría muy grande. Y en eso de colgarse medallitas los militares de alto rango ya se las saben todas. Son de difícil envidia en México.
Quitar de en medio a todo aquél que esté estorbando
Así y todo, será muy difícil restablecer la disciplina perdida en los fastos de la recién inaugurada Guardia Nacional. Las cadenas de mando se han dañado, el honor lastimado anda por los suelos, el ridículo y la humillación tomaron el lugar del pundonor militar. Será difícil, muy difícil, pero algo se tenía que hacer.
Quitar de en medio a todo aquél que esté estorbando. No hay de otra. Y como los relevos no pueden surgir de la 4T, hay que habilitar a los que todavía guarden un poco de mesura, orden mental y disciplina. Se va a requerir un gran amor a México para lograrlo. No es tarea sencilla después de todo el tiradero.
¿Y la prometida reactivación del mercado interno?
Y es que hay demasiados fruncionarios en Babia. La de Gobernación no canta mal las rancheras, pero desafortunadamente no es la única, aunque sea la sustituta del Jefe del Ejecutivo para casos de emergencias inaplazables. En este abarrote hay demasiadas cuentas por saldar. La gobernabilidad depende en alto grado de estas decisiones urgentes.
Ésa decisión gubernamental de dedicar el 63% del presupuesto del 2020 para engordar las cuentas, incomprobables y tramposas, de los famosos programas sociales que se convirtieron en financiamientos de la campaña de Berta Luján de Alcalde en pos de la dirigencia de Morena, será un baldón difícil de tragar. Urge enderezarlo.
Todos esperábamos que el objetivo central y constitucional de la Cuarta Transformación sería la reactivación del mercado interno, no el derroche electorero del gasto social improductivo y necio. Para cualquier programa de izquierda o sensato en el mundo...
... la reactivación del mercado interno quiere decir creación de empleos, inversión pública y privada en obras de efectos multiplicadores, orientación de la economía a la mejor distribución de la riqueza. No el pensamiento aldeano de tener a los futuros votantes de los entresijos. El mercado interno no puede ser movido por encuestas cuchareadas ni por caprichos de proyectos de tiranos.
El equipo de López Obrador, sigue perdido en Babia
Y todo, así por el estilo. El pensamiento aldeano, revanchista y resentido, ha hecho más daño que las fiebres globalizadoras y privatizadoras de los últimos cincuenta años. Es contradictorio echarle la culpa al pasado. Finalmente, los rateros dizque neoliberales tenían un barniz de objetividad. Ahora, ya ni eso.
El equipo, en Babia. Respondiendo que están todavía perdidos en ¡Tránsito y Mejor mejora Mejoral!
Urge rehacer a México. Si es en silencio, mejor. Ya estamos hasta el queque de moralinas y amenazas nylon.
¿No cree usted?