Ni tiramos rectas de 97 millas, ni bateamos de .400, ni contamos con un mánager mágico e impredecible, ni tenemos la novena que se juegue la franela con honestidad valiente, ni jugamos en beneficio de los pobres, ni los ineptos y burdos operadores tienen la confianza del graderío, ése que llegó cargado de ilusiones.
Estamos a punto de abandonar el estadio. Sobre él y el país se cierne una nata de pesimismo --simplemente optimismo informado-- que se basa en haber observado en los primeros juegos de la serie resultados nefastos sobre la supervivencia que no conducen a nada bueno. Las huestes de enfrente están jugando en serio. Nosotros no.
Hasta los fanáticos quieren que les regresen su boleto. Ya no saben qué hacer, ni qué gritar ni qué hacer para levantar el ánimo quebrado pues todo ha sido una decepción general. No se debe seguir gobernando sobre la base de encuestas cuchareadas que sólo obedecen al eterno deseo de perpetuarse sobre el campo de juego.
Pasó el momento del impulso inicial, eufórico, que prometía la Cuarta Transformación. Con esta novena de maletas e improvisados todo pinta para acabar venezualizados, en el mejor de los casos. No es sano ni justo mantener a base de caprichos y necedades un rumbo incierto. Lo único cierto es que está en juego el pellejo y la integridad física de todos nosotros.
Por qué tenemos la espada de Damocles sobre nuestras cabezas
Y es que, de ser ciertas las mediciones mañosas de las encuestas oficiales, vamos bien, ¡hacia el abismo! Es una ruta que lo único que ofrece es fracasar. Los datos duros de la economía, de la seguridad y del fracaso petrolero no apuntan hacia otra dirección que no hayamos vivido en el pasado reciente y lejano.
La gente merece saber la verdad, no es hora de subterfugios, ni artilugios sacados de un empeño malsano de mantenerse al mando de un barco naufragado. Eso es complicidad vulgar. Ni con toda el agua de los océanos puede borrarse la serie de iniquidades e injusticias que hemos padecido en los primeros once meses del sexenio.
La gente debe saber por qué se le sigue diciendo a los gringos que sí a todo lo que exigen. Por qué la política de seguridad nacional sigue orientándose en base a hojas de ruta que no son nuestras. Por qué debemos seguir obedeciendo a ojos cerrados la guerra desigual contra los narcotraficantes bien equipados y nosotros con armas en lamentable estado.
Por qué tenemos la necesidad imperiosa de haber desbaratado a las Fuerzas Armadas en pro de armar una Guardia Nacional que ni es ni parece, que sólo se dedica a reprimir a migrantes centroamericanos que buscan una vida mejor. Por qué nos exponemos al ridículo de fracasar en cada operativo falso de seguridad que intentamos. Por qué tenemos la espada de Damocles sobre nuestras cabezas.
Por qué no se le pone un hasta aquí a las exigencias del imperio
Por qué ese terror infrahumano a un deleznable como Trump. Por qué se sacrifica el honor de las Fuerzas Armadas, relegadas y diezmadas, sin norte ni brújula en el combate a la delincuencia organizada, al derecho de piso, al robo de combustibles, a la protección de indeseables, políticos y líderes caciquiles que han desfondado a la patria.
Por qué no se le pone un hasta aquí a las exigencias hipócritas del imperio chiquito. Por qué tendiendo opción de manejar las drogas opiáceas en nuestro provecho y desarrollo las hemos puesto en la mira de una Nación engañada y devastada por reyertas al servicio de una reelección que ni los gringos quieren.
Por qué tienen que salir huyendo las familias de los militares de sus unidades habitacionales, ante la amenaza inminente de grupos de facinerosos que ya les tomaron la medida a los jefes de las Fuerzas Armadas. Por qué todo ese enredijo de mentiras, de decisiones mal tomadas que nos perjudican y nos debilitan en grados nunca vistos.
Por qué la lucha contra la corrupción no sirve para maldita la cosa
Por qué nos han puesto como enemigos de migrantes, cuando somos una Nación que depende de sus propios emigrados para subsistir, para que sus familias en este territorio tengan pan que llevarse a la boca. Por qué esta contradicción que nos está acercando al aquelarre.
Por qué no se tocan a los verdaderos enemigos de México, a todos esos que se les avisa por medio de amenazas mañaneras y se les deja ir, campantes, de rositas, a sus residencias en el extranjero. Por qué no se procura primero el honor y la dignidad nacional, en lugar de encubrirlos. Por qué la Fiscalía General de la República y los mecanismos costosísimos de la famosa lucha contra la corrupción no sirven para maldita la cosa.
Por qué nos hemos convertido en un Estado cómplice. La gente necesita saber la verdad, para en su momento, urgente, firmar un pacto social de entendimiento, que no esté sujeto a pactos arrodillados en pro de un comercio inexistente o al desastroso pacto de impunidad celebrado con los que nos dicen que ya se fueron... y siguen robando a nuestras espaldas, con la complacencia y la inutilidad del desgobierno.
País con valor y grandes riquezas. Deben ser para provecho nacional
Un Estado acojonado, de rodillas, suplicante, presto a cumplir con sus patrones o sus captores no sirve para nada. Sería mejor saber hasta dónde se puede incumplir, hasta dónde se puede decir que no, antes de que tengamos que pagar con nuestra sangre el precio de la estulticia y del silencio comprometido.
La población requiere saber ya cuál es la frontera de lo arreglado. No puede estarse haciendo el Tancredo, ni puede alegar motivos de seguridad nacional para seguir sometida a caprichos y necedades. Todavía somos un país con valor y con grandes riquezas que deben ser utilizadas en provecho nacional.
Temerosos de Trump y los delincuentes. Les hacen la chamba sucia
Porque con esta novena y este mánager que actúa por miedo a Trump, a los delincuentes y a los capitostes protegidos, no vamos sino a seguir haciendo la chamba sucia: reprimir migrantes, atizar la crisis militar del honor herido y hacer el papel ridículo y mendaz de seguir encubriendo delincuentes de cuello blanco, ésos que quisieron acabar con el país.
Y con ellos, mejor que nos regresen el boleto.
No queremos ver otro juego.
Ya fue suficiente.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: ¿Sabrá Andrés Manuel López Obrador que el campo en el que de vez en vez practica su deporte favorito es un negocio particular del cacique de los trabajadores tranviarios de la Ciudad de México, Benito Bahena y Lome, quien presume de la protección del propio Presidente de la República y de la jefa del Gobierno de Ciudad de México? ¿No que ya se habían terminado los cacicazgos sindicales? ¿O nada más va en contra de aquellos gremios cuyos “liderazgos” no tienen afinidad con Morena? ¿Conocerá a detalle que Bahena tiene tres cargos en los que prácticamente es juez y parte?: “Charro” de los tranviarios, funcionario de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje de CDMX y concejal en la alcaldía Iztacalco? Bahena es, ¡adivinó usted!, miembro del gang encabezado por Arturo Alcalde, quien controla la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, a través de su hijjita Luisa María; de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, donde su otra hija, Bertha Luján Alcalde es secretaria ejecutiva adjunta del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP); de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, donde nombró a María Eugenia Navarrete Rodríguez y está reinstalando a presidentes de Juntas despedidos; va por la CNDH, impulsando la candidatura de Manuel Fuentes, y por la presidencia de Morena por la que contiende su esposa Bertha Luján. Es, sin duda, el “hombre fuerte” de la 4T.