¿Hasta dónde llegará el mito de la 4T?

¿Hasta dónde llegará el mito de la 4T?

Hasta antes de la última experiencia, los mitos terminales habían nacido de nuestra frontera con los Estados Unidos. Después de lo que hemos vivido, tenemos que relatar otro origen. Ya estamos infestados de mitos, de los que carcomen el cuerpo social, sin necesidad de recurrir a culpas ajenas, a intromisiones nefastas.

 

El mito, por su naturaleza, no nace de procesos intelectuales, ni de razonamiento alguno. Brota de lo profundo de las emociones humanas, es un típico producto biopsicosocial. Los mitos, desde la antigüedad, fueron el origen del temor a Dios y a las fuerzas de la naturaleza, por el miedo de las tribus a las fuerzas desconocidas.

El mito, como una forma de expresión irracional, se integra en las estructuras más contradictorias. En la religión, en el arte, en la política y aún dentro de la misma organización tribal, es posible que se presenten expresiones míticas, enfrentadas entre sí.

 

La tradición mítica es inseparable del lenguaje, de la poesía, del arte y del más remoto pensamiento histórico. Antes de alcanzar la concatenación lógica, la ciencia tuvo que pasar necesariamente por una mitología. El mito precedió a la razón científica.

 

En la infancia del género humano, el mito fue el primer maestro, el único pedagogo capaz de plantear y resolver el enigma de la muerte.‎ José Gaos, el gran republicano español lo ubica como "un juego de imágenes y de símbolos capaces de movilizar a los hombres para la praxis política"... y de desmovilizarlos, también.

 

‎Algunos de los mitos más importantes de nuestro tiempo han alimentado filosofías privatizadoras, o totalitarismos, o populismos de derecha o de izquierda, han sido mensajeros anticipados de renovación o de destrucción, casi siempre se han situado en este último rubro, en cuanto Continente se han proferido y esparcido.

 

El Estado actual ya perdió el mito de “el monopolio de la fuerza”

 

‎Nuestro panorama actual exige la desmitificación política. Ha sido demasiado el haber sufrido a lo largo de las décadas, la mano invisible, la sociedad sin clases, la superioridad racial, la dictadura del proletariado, el caudillismo, el desarrollismo, los dogmas religiosos, arriba y adelante, la solución somos todos… primero los pobres, etcétera.

 

El subdesarrollo, la miseria y la corrupción han empoderado a tantos detentadores de violencia como regiones tiene el país, como necesidades tiene cada una de ellas, como hombres y mujeres dispuestos a asesinar por unas monedas, producto del drama económico en el que estamos postrados.

 

Antaño deberes del poder, como ese mito de que el Estado tiene el monopolio legítimo de la fuerza, ahora son monopolizados por los grupos que de hoy en adelante se impusieron al gobierno para no volver atrás, que ejercen y ejercerán la violencia contra la población sin reclamo alguno del Estado constituido.

 

Con ese mito han caído otros de un solo sopetón: el sistema nacional anticorrupción, la décima economía del mundo, la lucha contra la pobreza, el cristianismo de la 4T --¡ por si algo faltara!--, comprobando a nuestra ciencia y paciencia que las crisis terminales, como la que padecemos, arrasan con todos los mitos, con cualquiera.

 

No hay inversión posible que soporte incertidumbre y amenazas

 

Yo no me explico, igual que nadie en su sano juicio lo puede hacer, cómo alguien puede sostener en sus cabales que está luchando por los pobres, los indigentes y los indígenas si está destruyendo, al mismo tiempo que lo dice, las bases fundamentales de cualquier política pública que persiga la equidad social.

 

Es insensato, por decir lo menos, que alguien en su juicio pueda creer que los programas sociales no tienen su origen en la salud del presupuesto nacional, que para su información, se integra de tributaciones e impuestos, productos y aprovechamientos que ya nadie puede erogar, porque no hay dinero en circulación.

 

‎Y no hay dinero en circulación porque no hay inversión posible que soporte la incertidumbre y las amenazas, puras amenazas de dientes para afuera, nada sólido. Pregúntenle si no al “desaparecidito” Romero Deschamps, al invisible Videgaray, al intocable Peña Nieto, cuya “vida y milagro$” se profieren a diario en “las mañaneras”, esas consumidoras de energía y de tiempo, esos escondrijos a modo para evadir las responsabilidades de la chamba.

 

El gobierno no sabe que los egresos provienen de los ingresos

 

Y si no hay inversión ni pública ni privada, si no hay obras, si no hay empleo, un sólo empleo creado en este sexenio que parece milenio de tan largo, aburrido y costoso para la Nación, no puede haber dinero para repartir antes que producir. No puede haber dinero para nada.

 

Y así, sin dinero, la 4T no puede repartir lo que no tiene. Es momento en que el actual régimen todavía no sabe dónde está parado, ni tiene una idea aproximada de dónde se generan los haberes, la producción primaria, los excedentes industriales y la filosofía de los servicios. No se tiene una idea de nada.

 

Así vamos al desastre. Porque un gobierno que no sabe que los egresos deben de provenir de los ingresos, está flotando frágilmente sobre una fantasía que más temprano que tarde va a reventar como una pompa de jabón chiquito. Y nadie quisiera estar ahí cuando eso suceda, acompañado de violencia incontrolable, miseria y encono social.

 

Por la 4T, ¿podrán volver a ver los ciegos?, ¿revivirán los muertos?

 

Si el Caudillo llegó a pensar con pura emoción que ese mito de los treinta millones de votos le alcanzaba para gobernar mil años, ajeno a la crítica y a la responsabilidad, malas noticias: ese mito fue el primero en reventarse, aunque sus encuestas y sus datos le digan otra cosa, ya se sabe a qué intereses re$ponden.

 

Que alguien explique hasta dónde van a estirar los otros mitos, si cincuenta ramales industriales que se orientan económicamente de la industria de la construcción, la primera generadora de empleo del país, están en crisis terminal.‎ ¿Hasta dónde va a llegar el supuesto cristianismo de la Cuarta Transformación, cuando no haya qué comer?

¿Se crearán panes y peces de la nada? ¿Podrán volver a ver los ciegos? ¿Revivirán los muertos? ¿Si no lo hacen, seguirá siendo culpa de los fifís? Del 30% de chairos que quedan sujetos a las bobaliconadas, ¿cuántos tendrán los arrestos para seguir haciendo el caldo gordo?

 

Estoy seguro de que las crisis terminales arrasan con cualquier mito.

Ya basta de seguir engañando al pueblo.

 

¿No cree usted?