La más reciente muestra demoscópica dada a conocer arroja resultados tan favorables para el presidente Andrés Manuel que el periódico no titubeó en titularlos así: “AMLO crece en nivel de liderazgo y credibilidad; aprobación sube a 68%”. Y detalla: “Con respecto a atributos como la honestidad, la opinión positiva pasó de 58 a 63 por ciento, mientras que en liderazgo avanzó de 53 a 60 por ciento, de acuerdo con la encuesta de El Financiero” (7-X-19).
El hecho es, así se trate de mediciones y en esa medida de percepciones, que el respaldo ciudadano al titular del Ejecutivo no sólo no baja, sino que se mantiene al alza. Y que esto introduce una mayor desesperación a sus adversarios en la oposiciones partidista, legislativa, oligopolio mediático, comentocracia incluida y que se repite en sus alegatos (tipo Jorge G. Castañeda y Leo Zuckermann) y en esa medida aporta menos al indispensable debate, los organismos de la “sociedad civil” patrocinados por el gran capital, como los Claudio X. González (Laporte y Guajardo, de Kimberly-Clark de México) en los que participan periodistas destacados y respetables.
Este conjunto desarticulado de opositores y/o críticos, en los que omití el llamado “cártel de los amparos” que proviene de la misma matriz plutocrática, busca desesperadamente que los indicadores de la popularidad de AMLO se enfilen a la baja, y confunde los deseos con la realidad, al desmenuzar temáticamente las encuestas, como insiste Héctor Aguilar Camín, alrededor de las obras sexenales más polémicas en el círculo rojo, como el aeropuerto de Santa Lucía que, al parecer, ya tocó fondo.
Y difícilmente podrán articularse si el quejumbroso discurso opositor persiste en caricaturizar las políticas sociales en curso y que contemplan un gasto de 300 mil millones de pesos anuales y hoy favorecen a cinco de cada 10 hogares mexicanos, y a nueve de cada 10 en las comunidades indígenas.
Reducir a simples programas clientelares con afanes de tipo electoral, a “dádivas”, esta profunda redistribución presupuestal sin precedente por su monto económico y el número de beneficiarios, como los adultos mayores, jóvenes sin empleo, estudiantes y discapacitados, entre otros, es negarse a leer lo que está frente a nuestras narices. E hilarante salir con la imagen bíblica de no dar sino “enseñar a pescar”. ¿Quién me enseñará a pescar si los 2 550 pesos que recibo de la Secretaría del Bienestar completan mi gasto? Y lo anterior después de trabajar desde 1961.
Otra omisión mayúscula es la subestimación de la política de la “austeridad republicana” que acaso se desconozca en sus detalles, pero el ejemplo diario que practica AMLO y su gabinete, por supuesto que con errores como toda gran obra de gobierno. Y no digamos el combate frontal a la corrupción que tiene abundantes hechos, nombres y apellidos, encarcelados, procesados, prófugos, renunciantes sin dar explicaciones de las “causas graves” y omisiones, sobre todo cuando se aspira más que a la justicia al ajuste de cuentas con el pasado.
Mientras tanto Dante Delgado anuncia que en 2024 su partido ganará la Presidencia de la República. La pregunta es en cuánto venderá la candidatura, de acuerdo a la mala fama que le hacen. Y son respuestas, no frases hechas –como que “México está polarizado”, pues como bien dice Ricardo Raphael para que exista polarización se requiere la existencia de dos polos y lo que existe es un polo muy grande y un “polito”–, lo que permitirá a las oposiciones salir del letargo en que se encuentran 15 meses después.