Montadas sobre la nave del olvido la economía y la política navegan hacia un lugar desconocido. De pronto, el presupuesto de gastos, calculado en seis billones y pico, no tiene de dónde sacarse, pues la recaudación no alcanza para insensateces, nadie paga porque nadie vende, y nadie vende porque nadie compra. Los capitales, atemorizados, quieren garantías de que sus próceres ya no serán amenazados.
El Estado exige obediencia, pero insiste en provocar la incertidumbre. Las amenazas mañaneras, al no concretarse en realidades de aplicación de justicia, se han convertido en boomerangs listos para pegar en la línea de flotación. Falló la estrategia del enano del tapanco. Los parroquianos ya se dieron cuenta de que no hay tal. Que eran puras maniobras de distracción.
A puerta cerrada, los apostadores regresan a echarse la última mano. En esta madrugada del sexenio van por la definitiva. Aquí se apuesta la vida, y se respeta al que gana, hasta lo dijo José Alfredo. Pero lo que está sobre el tapete es demasiado, tanto que puede servir para salvarse o para naufragar para siempre.
El sistema ha echado su resto. De esta jugada de póker cerrado depende todo. Frente al ganador, entusiasmado, ya cayó lo que esperaba. Todos los haberes, más las esperanzas, forman la bolsa, para jugarse el todo por el todo, o por el nada.
Todo se pone en juego, a cambio de obtener la inversión de la IP
Un fideicomiso de Banobras ha sido el elegido. La gigantesca bolsa del desesperado está formada por el guardadito del medio billón, si es que existe, más otro cuarto de billón de los subejercicios, si todavía son recuperables, la enorme inyección, insuficiente y demencial a Pemex, los flujos aún no comprobados de los programas del supuesto bienestar...
... más los recortes a matacaballo que se han hecho a los fondos en principio destinados a la producción agropecuaria, a la salud, a la vivienda, a la seguridad pública y nacional, al financiamiento a las exportaciones, a los precios de garantía y a los créditos productivos, pasan lista de presentes.
Todo se pone en juego, a cambio de obtener, aunque sea a destiempo, la inversión de la iniciativa privada para revivir las infraestructuras del país, a través de las mil setecientas obras cumbre del sexenio. La condición impuesta por el ganador es aparentemente sencilla de cumplir.
Dirigir todo, avasallando a los responsables por ley, secretarios de Despacho, operadores técnicos, asesores y burocracias laterales que quieran todavía estorbar. Capitán de la empresa sólo hay uno: el Tlacaélel mexicano - libanés, un hombre en la cima de su carrera que ahora sí viene por todo el territorio y los haberes.
Slim tiene los momios a su favor. Más, ante una economía seca
Carlos Slim, comandando todas sus empresas asociadas, representando a la marca del factótum Salinas, holdings y sociedades complicitadas en el arrase. Lo que le hacía falta para ganar la última partida y dejarnos en los huesitos. Sólo falta darle la conducción máxima del país. El equipo ganador tiene todo para llevarse el monte en este póker cerrado.
Durante un juego de cartas, que ya ha durado nueve meses, ha logrado lo imposible: esquivar y cancelar la aplicación de la justicia, que era la condición primaria del bono de confianza otorgado por el pueblo al nuevo régimen. Ya todo voló por los aires. No existe casi nada. De eso ya nadie se acuerda… y tampoco se habla.
Slim tiene los momios a su favor. Más, ante una economía seca, absolutamente seca que ya no recauda, por lo mismo que no promueve, no crece porque no emplea, y no emplea porque se dedica a otras cosas. Ante una economía que ya no tiene para dónde. Que agotó sus expectativas y sus bases, porque el camino elegido fue el menos indicado para un país pobre y desquiciado.
Negocio redondo: los pesos del Fonadín no son ni serán auditables
Atrás del Tlacaélel moderno, haciendo ya las cuentas de la lechera, están los enormes beneficiados: el terceto Salinas, Peña, Videgaray, exonerados ya, junto a sus cómplices, de todo delito, libres de polvo y paja, esperando obtener más ganancias, garantías y recuperaciones. Exonerados también todos sus cómplices en el atraco a la Nación, todo es coser y cantar.
Las reglas del Fonadin, el fideicomiso de infraestructura elegido, incluye todas aquellas cuestiones indispensables para hacer un gran negocio a nuestras costillas. Sus fondos ejercidos no permiten revisión de ninguna especie, ya que por ley no son auditables.
Ni la tan temida Auditoría Superior de la Nación, ni los aguerridos institutos y tribunales anticorrupción, ni las Cámaras del Congreso, ni la agachada Fiscalía General de la República pueden meterse al ruedo frente a ese toro.
Librado de construir obra pública, el Estado ganó su exoneración
La renuncia a modo de Eduardo Medina-Mora, la del jefecillo policíaco de Ciudad de México, el delito blando de Collado, son mera distracción. Las amenazas mañaneras contra los delincuentes menores se suman a la ópera bufa. Por ahí no es. El verdadero juego, la apuesta fundamental se juega en esta mesa. Atrás de la raya, que están trabajando. La apuesta inicial es de un billón, ¿quién da más?
Van a repletar el país con asociaciones público privadas para lograr la inmunidad total: la que resulta de gastar, recoger, recuperar a manos llenas, pues el Estado está quebrado y ya abdicó sobre la mesa. El condenado ya recapacitó: entregó todo.
Librado del gran fardo de construir la obra pública, el Estado ganó también su exoneración: de hoy en adelante todos sus afanes se reducirán a lograr recursos para la subsistencia burocrática; hincar los dientes sobre los lomos de los causantes cautivos para remediar el déficit de recaudación tributaria. ¡Qué bonita familia!
El objetivo no es el desarrollo, es subsistir. ¡Sálvese quien pueda!
El Estado ya no pegará ladrillos. Sólo cazará brujas, ¡nosotros! Será el único deporte de la Cuarta Transformación. Para todo lo demás, inhabilitada. No es lo suyo.
El objetivo ya no es el desarrollo, es la subsistencia. Así que, ¡sálvese quien pueda!
Con la economía gringa estancada, la candidatura del anaranjado desbarrancada, a la Cuarta Transformación no le quedó de otra que perder la apuesta y ganar refugiándose en los brazos de un protector mexicano - libanés.
¡Ah, pa' protector!
¿No cree usted?