Decía Abraham Lincoln que "se puede engañar a todo el mundo algún tiempo... se puede engañar a algunos todo el tiempo... pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo". Por lo menos en cuanto a declaración de principios, este aforismo sentó bases para la política contemporánea.
¿Qué tanto podrá engañarse a los mexicanos en el nuevo régimen, si siguen las cosas como van? Porque a estas alturas del partido, a un año del triunfo electoral y a casi nueve meses de la llegada de los elegidos al poder, ya era tiempo que se hubieran definido algunas cuestiones y objetivos centrales de la nueva orientación política.
Ya se hubiera tomado la decisión, por ejemplo, por parte de un régimen contestatario, de enfocar los recursos petroleros al fomento de la producción agropecuaria. Era el momento para empezar a planear los excedentes del campo a vectores industriales y al autoabastecimiento y a los servicios.
Todo el mundo coincide en que un régimen de gran visión sigue esas recetas para abandonar la pobreza. Es el modelo de desarrollo idóneo para un país con los yacimientos petroleros del nuestro. No andar jugando a la distribución de recursos presupuestales, ni andar despilfarrando las pocas oportunidades.
Creciente intervención del Estado en sus áreas estratégicas
Nuevamente, el ejemplo nos llega del norte industrializado. En la península escandinava, los tres países que la integran, Suecia, Noruega y Dinamarca, monarquías parlamentarias, a través de sus voceros y líderes se la pasan afirmando que ellos han alcanzado los primeros lugares de la economía mundial, aplicando el sistema mexicano anterior al neoliberalismo.
El líder sueco, salido de los campos de soldaduras de los muelles nórdicos ha afirmado que el socialismo del siglo veintiuno debe estar apoyado sobre bases conceptuales mexicanas, como nuestra abandonada y deturpada economía mixta de hace más de cuarenta años.
Aunque parezca mentira, en un entorno de linajes dinásticos nórdicos, ésos países aplican lo que nosotros abandonamos hace tiempo, con una creciente intervención del Estado en sus áreas estratégicas, en sus empresas petroleras, mineras y pesqueras, con el complemento necesario...
....de un empresariado dispuesto a aceptar las reglas en todos los rubros, asistencia médica y social estatal , apoyo efectivo a las franjas vulnerables de la población y diseño del desarrollo decidido en las cúpulas dirigentes. Ese es el socialismo del siglo XXI y así lo sostienen ante tirios y troyanos. Se lo acaban de decir a los visitantes coreanos.
Sistemas políticos gobernables, pacíficos y altamente eficaces
La economía mixta mexicana vuelve a ser el ejemplo del futuro. Para nosotros fue un modelo reventado por la corrupción y la excesiva permisividad, que se fue al fondo porque siempre quiso crecer a base del sacrificio del salario y del consumo obrero. Descuidamos y despreciamos el mercado interno, fundamento de toda prosperidad.
Y helos ahí, tocando los dinteles de la gloria. Produciendo enormes cantidades de petróleo sin tener los enormes yacimientos del Golfo de México, una minería acotada por las pequeñas superficies de explotación, unos mares extremosos y huraños, respetando a cabalidad las leyes obreras y los derechos y conquistas sindicales.
Con un sistema de asistencia familiar e infantil, guarderías y escuelas productivas que ya las quisiéramos para tan sólo un domingo.
Sistemas políticos gobernables, pacíficos y altamente eficaces. Lealtades políticas alrededor de las coronas, desarrollo a todo tren.
Su crecimiento se apoya en bases aztecas anteriores a la corrupción
Los métodos escandinavos de desarrollo son de origen mexicano. La doctrina del crecimiento se apoya en bases aztecas anteriores a la corrupción galopante que padecemos y que hoy es una vergüenza universal.
En muchas de sus universidades y tecnológicos, los estudiantes investigan nuestras etapas del crecimiento y los factores que se confabularon para hacernos fracasar y traernos al lastimoso lugar en el que nos encontramos.
Cuando se topan con una variable o una ecuación que cuadra, pero no checa, no se devanan los sesos: saben de antemano que la complicidad, el connubio gubernamental con las mafias empresariales y el enriquecimiento a velocidad turbo fueron la causa indiscutible.
Tampoco se amedrentan demasiado cuando se topan con el intríngulis financiero: saben que todo ha sido causa del entreguismo y el poco amor hacia el país de las clases dirigentes. La corrupción como un culto sin templo.
Preguntan si nuestros dirigentes no saben hacia dónde tienen que ir
Platicando con algunos de ellos, empero, hay un asunto que les es muy difícil comprender: teniendo todo, los mexicanos nos hacemos bolas, y no encontramos la hebra. Para cualquier observador es muy difícil digerir que no hayamos hecho uso de los enormes yacimientos petroleros, previa limpia de los traidores a la causa.
Y obviamente, recuerdan la frase de Lincoln. ¿Hasta cuándo podremos engañar a todo el mundo todo el tiempo? Es inconcebible que no estemos dedicados a resolver los problemas en base a los recursos naturales aplicados a la productividad agropecuaria y andemos del tingo al tango buscando otras soluciones lejanas a nuestras narices.
Preguntan insistentemente si nuestros dirigentes no saben hacia dónde tienen que ir. O si hay cuestiones de fondo, como debilidades o amenazas que los tengan acojonados. O si es un asunto de trastornos obsesivos compulsivos o soberbias que no han podido trascender.
Cuando se les recuerda que este régimen viene de la oposición franca y decidida a la corrupción proverbial del sistema, lo entienden menos. ¿Será cierto que los que dicen que vienen de regreso de todos lados es porque no han ido a ninguna parte?
Menor capital político nos reduce a la cuarta pregunta y no a la 4T
¿Por qué si es tan fácil decidir hacia dónde ir, nos dedicamos a perder hasta el apellido en tribunales y en persecuciones revanchistas que nos hacen perder el poco capital político y nos reducen a la cuarta pregunta y no a la cacareada Cuarta Transformación?
Hay que dejarse de pendejadas. Tomar al toro por los cuernos, antes que no queden ni pelos.
¿No cree usted?