El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, sueña con levantar una Cancún brasileña en la costa entre los estados de Río de Janeiro y São Paulo, una franja de litoral verde casi virgen sobre el océano Atlántico que en su opinión podría convertirse en el motor del turismo nacional, lo que enciente las alarmas de ecologistas y del propio sector turístico de la zona, que vive de sus atractivos naturales.
El presidente repite desde mayo su intención de anular por decreto la reserva natural de Tamoios para construir resorts y grandes infraestructuras turísticas al estilo de las que existen en el Caribe mexicano y en particular en la ciudad de Cancún.
Según el mandatario, hay inversores de Japón, Israel y Emiratos Árabes Unidos con "miles de millones" para colocar en la zona.
La Estación Ecológica de Tamoios fue creada en 1990 y comprende 29 islas e islotes de la bahía de Angra dos Reis (150 kilómetros al sur de Río de Janeiro).
Nadie puede adentrarse en estas islas, ni pescar o fondear el barco en sus inmediaciones; la zona, que representa apenas el cinco por ciento del total de la bahía de Angra, cuenta con el nivel máximo de protección que otorga el Estado brasileño.
"La reserva tiene un altísimo valor ecológico porque funciona como un criadero para toda la fauna de la región", explicó a Sputnik el biólogo marino João Victal, que trabaja en la reserva desde hace décadas y que recuerda que otra de las razones que llevaron a la creación de este parque es que funciona como zona de amortiguación de las centrales nucleares de Angra, emplazadas en la franja costera, muy cerca de las playas sobre el Atlántico.
En su opinión, no tiene mucho sentido que Bolsonaro insista en este lugar para construir grandes infraestructuras turísticas, porque la mayoría del parque es marítimo y porque los islotes no son precisamente grandes.