Durante la mañanera del miércoles se vio más contento de lo acostumbrado al presidente Andrés Manuel en Palacio Nacional. El motivo fue que un par de horas antes, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática dio a conocer el comportamiento de la economía durante el segundo trimestre y el primer semestre de 2019 y los resultados fueron positivos, aunque harto limitados, 0.1% de crecimiento del producto interno bruto respecto al trimestre previo, 0.3% de crecimiento semestral o en .4% en comparación con el mismo semestre del año anterior con Enrique Peña Nieto.
Los números importan mucho a pesar de sus modestos alcances porque las apuestas de los analistas militantes frente y hasta en contra el gobierno de la cuarta transformación, cargaron sus apuestas a otro trimestre de decrecimiento y con ello formalizar técnicamente la recesión, como si ésta fuera una crisis y no parte normal de los ciclos económicos de México y de cualquier Estado. Por un pelito, pero fracasaron los videntes mexicanos y extranjeros.
Como lo explicó el secretario de Hacienda en una comparecencia sin precedente ante los medios, Arturo Herrera Gutiérrez, una recesión no es una crisis, pasan frecuentemente en el país.
Otra lectura, las cifras del segundo trimestre demuestran que, “con austeridad, gastando bien, se puede crecer. Que con el gasto bien orientado a quienes más lo necesitan se puede reactivar la economía, nada más que abajo”. Ello no quiere decir “que todo esté resuelto, hay problemas que estamos enfrentando, pero vamos muy bien en la parte económica, en lo que tiene que ver con el bienestar”; informó López Obrador en el lenguaje claro para el ciudadano común y que tanto irrita a sus adversarios, los que cometen el gravísimo error de “hacer política con el rencor” (Pablo Cabañas Díaz, dixit).
Y reafirmó lo ya apuntado. Contrario a lo que pronosticaron algunos, que se iba a caer la economía e íbamos a entrar en recesión, afortunadamente la economía creció. No les funcionó su pronóstico a los expertos. Insistieron tanto en la recesión que llevaron a crear dudas, cierta incertidumbre.
Es preciso redactar en presente porque Sergio Kurczin, de la trasnacional estadunidense Citibanamex, insiste que “los riesgos de recesión son todavía muy fuertes. Los de estancamiento ya no son riesgos, ya estamos ahí”. Y lloriquea: “Se volvió política la idea de si hay recesión o no hay recesión. Se volvió importante algo que no lo es”. Ellos pujaron por el resultado que lamentan con el auxilio activo de los agoreros de lo peor en su papel de expertos y analistas del duopolio de la televisión y el oligopolio de la radio. Ciro Gómez Leyva, por ejemplo, decretó que la economía está “paralizada”.
En tanto que el mexicano Banorte consideró que los datos de empleos y ventas al menudeo y mayoreo continúan creciendo, a pesar de que lo hacen a tasas más bajas que el año pasado, por lo que no ve recesión.
Llama la atención la conducta del presidente del INEGI que elude comprometerse en el debate entre una parte de los analistas y expertos de la plutocracia azteca y global, y el gobierno de la 4T, al postular Julio Santaella, “la recesión es un fenómeno económico complejo, multidimensional, que requiere un análisis muy fino y el organismo no puede definirlo”. Buena frase.
Algo podría aprender Luis Raúl González Pérez, titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, quien escala en su enfrentamiento interesado, grupal, con el presidente Obrador, ahora con un anuncio demagógico sobre las medicinas para los pacientes con cáncer y con gestiones ante la Comisión Permanente sobre las estancias infantiles. Son causas legítimas, pero en manos de “redentores” muy interesados.