Al casi iniciar el séptimo inning, como narran los expertos del micrófono beisbolero, están en el diamante dos novenas de miedo: las huestes de la 4T, dirigidos por un coachcolmilludo y veterano al que nunca le han descubierto las señales que manda desde el dugout, frente a los toleteros del golpe blando, sobrados e insaciables.
Todos los arreglos ya se hicieron durante los entrenamientos. En el primer equipo ha habido nuevas contrataciones que aún no enseñan su poderío. En el segundo, sujetos probados en 36 años de bregar en favor de todos los vientos favorables y de fronda. En su cuarto de guerra, reconocidos profesionales de la pelota bajita, la que hace daño.
El estadio lleno a reventar. Las localidades se agotaron desde hace un año. El público, exigente, sigue pidiendo home run por algún recodo, pero no llega, y muchos quieren la devolución de sus entradas. Los hinchas ya se cansaron de que ponchen a los bateadores de la 4T. Faltan dos innings y no se ha visto de qué están hechos.
El respetable creía, desde antes del match que sus favoritos en quinielas macaneaban de '400. Ahora se desesperan porque se han ido en blanco, mientras que los de enfrente se están ganando al público, sin enseñar gran cosa. Algunos gritos aislados en la tribuna de sol han expresado que son una batea de mondongo. Hace falta un pelotero estelar, aunque sea uno solo.
Los colaboradores, peor que párvulos de Montessori
Adán en Tabasco, legislando cárcel para los manifestantes de cualquier equipo. Claudia en CDMX, paralizando toda forma de circulante y matando el empleo, además de echarle la culpa a los toleteros del golpe blando de simular atracos para cargarlos en la cuenta de los peloteros de la 4T.
Olga, en la registradora, ausente e incapaz de batear aunque sea una bola boba. La extinción de dominio resultó en pase por bola. Gertz, como coladera en el short stop, dejando pasar a todos los delincuentes como si se tratara de viejos compinches. Alcalde, en primera, dejándose manejar por el valedor de la familia. Por ahí jamás habrá algún resultado.
Cuitláhuac manejado a placer por un gabinete de favoritos, mudos y sordos, dedicados en gran parte al pillaje de lo que dejaron involuntariamente los que se fueron. Arturo, el nuevocatcher, todavía en la luna, soñando con irse a contratar a Hidalgo.
Los encargados de la Guardia Nacional ni pa' dónde hacerse. No se sabe a qué se dedican, si a combatir la delincuencia organizada, defender la soberanía o atacar migrantes. El Senado, dividido por tempraneras ambiciones presidenciales, la Cámara de Diputados bien vale el canje por un partido.
En la novena de maletas de la 4T nadie defiende al coach
Nueve bultos en el diamante. El cuadro, vacío de inspiración, ayuno de emociones para el respetable. Nada en el brazo del pitcher, la mascota del catcher no aprieta. El short stop y los fielders, dormidos, parecen comprados por los abusivos toleteros de enfrente.
Y el coach, desesperado en el dugout, preguntándose repetidamente ¿para qué los trajo? Pensando ya en la próxima temporada del '21, donde quién sabe si pueda competir. Los números son realmente malos. Las decepciones se vuelven rebatiñas.
Sobre todo, lo que pesa en el ánimo de las huestes del coach colmilludo es la frustración de que, por perder repetidamente en casa, los tiburones de las ligas mayores del Pacífico oriental, los rusos y europeos ya no quieran incluir a un grupo de maletas en su cerrada y triunfante competencia.
En la novena de maletas de la 4T nadie defiende al coach. Todos y cada uno juran por ésta que lo han interpretado, pero nadie le pregunta y mucho menos lo encara, no vaya a ser que sea despedido de las nóminas y de los reintegros. Todo es una confusión organizada. O de plano, una troupé desorganizada.
Los toleteros del golpe blando, en cambio, en completa sincronía
Lo desesperante es que falta hasta quien monitoree los mensajes del nuevo gerifalte del equipo, el que garantiza la gobernabilidad, Larry Fink, el que ha jurado comprometer su capital en favor de la 4T. Y es el empresario más cumplidor.
Bueno, ya no hay ni quien pueda pedirle que al empezar la octava entrada, siquiera... ¡apague la luz del parque!, para que la derrota no trascienda. Todos están comprometidos con el empresario Trump, mala paga, sin palabra y sin fichas.
Pero los de enfrente saben que las instrucciones del holding BlackRock no pasan por George Soros, y éste, insuflado, desde la Torre Mayor sigue repartiendo maletas y partiendo el bacalao.
Los toleteros del golpe blando, en cambio, completamente sincronizados en la tarea. Todos obedecen a un solo patrón, al tal Soros, y están cotizados en dólares, ésos que ya muy pronto no tendrán valor. Pero saben lo que hacen y a qué juegan. Saben que, aunque pierdan, siempre tendrán quién los contrate para cualquier temporada.
Los espectadores, desesperados, pues ya no tienen ni pa' las chelas
El buque petrolero de la 4T hace agua. Desde hace rato, los tripulantes se ponen los chalecos y preparan las balsas de salvamento. Algunos ya se contrataron con el equipo de Soros en la Torre Mayor. Ya no quieren treparse a otra aventura.
Entre la clase media, los momios en favor de los salvajes toleteros siguen subiendo. Ya casi nadie apuesta por el coach colmilludo. Las decepciones ya colmaron el plato.
Por televisión, los espectadores que no saben lo que pasa allá abajo en el cuadro, también se desesperan, porque de pronto se han dado cuenta que ya no tienen ni pa' las chelas.
Los tecleadores, más expectantes que nadie, porque saben que si esta vez no gana el equipo de casa, todo se derrumbara sin remedio. Fue muy grande el amor, pero es más grande el olvido. Perdió la razón y ganó el sambenito.
Ahora, a casa, a esperar las fatídicas consecuencias de haber apostado todo a una bola de maletas.
¿No cree usted?