El ruso Maxim Dadáshev se sumó a la larga lista de boxeadores que perdieron la vida como consecuencia de los golpes recibidos en un ring, una historia cuyo final nadie es capaz de predecir.
Dadáshev, de 28 años de edad, falleció en el UM Prince George’s Hospital Center, de Maryland, Estados Unidos, unas horas después de recibir soberano castigo en una pelea con el puertorriqueño Subriel Matías.
Después de 11 asaltos y al ver que su pupilo tenía la pelea perdida y que solo un nocaut podría voltear la situación y darle la victoria, el entrenador Buddy McGirt, intentó detener el combate, pero Dadáshev, posiblemente inconsciente ya, se negó hasta el último momento.
Aún así, bajo del ring por sus propios pies, pero luego perdió el control y necesitó de ayuda para salir del escenario del combate. Ya en el hospital, los médicos decidieron inducirle un coma para intentar salvarlo, pero poco después murió.
Mientras, el argentino Hugo Santillán se debate entre la vida y la muerte, luego de desmayarse en el ring durante el combate ante el uruguayo Eduardo Abreu por el título latino del Consejo Mundial de Boxeo. También durante el pasado fin de semana.
"Tuvieron que operarlo por una inflamación en la zona del cerebro. Sufrió dos paros cardíacos: uno durante la operación y otro mientras estaba en terapia intensiva", dijo a los medios el padre del púgil, quien hace votos porque se recupere su hijo.
"Los boxeadores van siempre a hacerse daño. Si no le haces daño al rival, corres el riesgo de sufrirlo tú y entonces tienes que ver qué es preferible", admitió al conversar con Sputnik el escritor y periodista cubano Víctor Joaquín Ortega, autor de varios libros sobre el pugilismo rentado.
Ya en los Juegos Olímpicos de la Antigüedad el boxeo era una de las disciplinas en concurso, pero no fue hasta el siglo XVIII cuando recobró auge y hasta finales del XIX cuando se establecieron las peleas con guantes, aunque ni eso evitó la pérdida de la vida de los concursantes en muchas oportunidades.
El listado de víctimas es amplio y no solo incluye a aquellos que escalaron el ring en busca de un golpe de fortuna, sino a campeones, con el futuro prácticamente asegurado luego de carreras victoriosas.
Otros, tal vez con más suerte, perdieron la visión o sufrieron otras enfermedades producto de los golpes, o terminaron sus días como mendigos en las calles de cualquier ciudad del mundo, ante la incapacidad de sobreponerse a las lesiones en el cerebro.
Lo cierto, por más que multitudes enardecidas rujan durante un combate y apoyen a uno u otro de los púgiles, el boxeo sigue siendo inhumano, no por gusto muchas voces se levantaron hasta hoy con la intención de conseguir su prohibición o, al menos, que se humanice un poco.
Lograrlo parece una tarea imposible, sobre todo porque detrás de cada combate corren cuantiosas sumas, cuya mayor parte va a las manos de los promotores.
Luego, cuando alguien muere, como le ocurrió a Dadáshev, parece que el mundo va a tomar conciencia, pero es solo momentáneo. Unas horas después se habla del próximo pareo, la otra revancha, cual si nada hubiera pasado.