El 24 de julio de este año finalizó el proyecto de Ley General de Ciencia y Tecnología que pretende sustituir a la Ley vigente de 2002. Durante estos días se ha socializado la propuesta con la comunidad académica del país para que todos participemos en criticar y opinar sobre el que será el marco regulador de las actividades científicas de la 4ª Transformación. Aquí algunas de mis opiniones:
La nueva ley otorga un peso preponderante a las disciplinas de las humanidades, por lo que cambia el nombre del organismo rector de CONACYT a CONAHCYT (Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología). Esto permitirá avanzar sobre la pugna histórica del paradigma positivista que predominó en este organismo y que ajustó diversos mecanismos a lógicas propias de las ciencias exactas o naturales y que no necesariamente responden a las dinámicas de las ciencias sociales y las humanidades.
Al mismo tiempo, la ley da un viraje en la medición del impacto social de los productos científicos, dejarán de ser indicadores puramente cuantitativos (número de artículos publicados, nivel de la revista en que se publica, número de alumnos titulados, etc.) para conformar evaluaciones cualitativas que reconozcan la incidencia real de los investigadores, los estudiantes de posgrados y las instituciones y organismos que generan y aplican conocimiento.
En ese sentido, se abre la puerta a un nuevo modelo de innovación; por primera vez se habla de innovación social. Esta ley fomentará que los productos de conocimiento tengan efectos reales en los sectores productivos públicos y privados, así como en una nueva figura: las organizaciones de la economía social y solidaria. Bajo esta visión, será crucial que los actores beneficiados, las comunidades, los pueblos participen en la construcción de ese conocimiento mediante el codiseño y la cocreación, algo no reconocido hasta ahora.
Estas posiciones epistemológicas, ontológicas y gnoseológicas son congruentes con el cambio paradigmático que vive el mundo científico; es el paradigma de la complejidad o la transmodernidad que ha impulsado un trabajo inter y transdisciplinar para la solución de problemas y que reconoce los conocimientos diversos, entre ellos los ancestrales, los del pueblo sabio, los del pueblo bueno, para hacer alusión a las palabras del compañero presidente.
La nueva ley estructurará los organismos de ciencia de modo que el CONAHCYT regule las actividades como ente rector conformado por una Junta de Gobierno donde participarán todos los secretarios de estado para hacer de la ciencia una actividad transversal. En esa misma junta también participará un nuevo Consejo conformado por Investigadores Eméritos del Sistema Nacional al tiempo que desaparece otros organismos como el Foro Consultivo Científico y Tecnológico.
En materia de austeridad, los fideicomisos que actualmente distribuyen los fondos para las actividades científicas se reducirán. Hoy hay 35 fondos mixtos (FOMIX) entre los estados de la federación y el CONACYT, además de 25 fondos sectoriales (con organismos estatales); estos fideicomisos generan un gasto de 93 millones de pesos, sólo de honorarios de quienes los presiden, más los gastos de operación, de administración y seguimiento. La nueva estructura pretende fomentar fideicomisos por demanda de problemas prioritarios.
Cabe señalar que la nueva ley incluye conceptos y categorías nuevas como “enfoque intercultural de derechos humanos”, “perspectiva de género”, “mitigación del cambio climático”, “inocuidad agroalimentaria”, “investigación transdisciplinaria” y “economía solidaria”.
Reconoce la figura del becario y del investigador miembro del sistema nacional (SNI). Coloca sobre la mesa la posibilidad de un cambio en la evaluación de los miembros del SNI para romper con el esquema cuantitativo y economicista actual que no permite planear investigaciones de largo aliento. El SNI se conformó entre otras cosas para desarrollar la actividad científica del país, retener a los investigadores y compensar los bajos sueldos de los investigadores.
La gráfica siguiente muestra el crecimiento de las solicitudes de patentes, un indicador del viejo paradigma para medir el impacto científico. Observamos que de 1985 (año de creación del SNI) hasta 2017 (último dato disponible) las patentes solicitadas aumentaron en 94% al pasar de casi 600 solicitudes anuales a 1,334. En el mismo periodo China aumentó sus patentes solicitadas en 31 mil por ciento y se posicionó como el primer país del mundo.
Elaboración propia con datos de Banco Mundial 1985-2017
Lo anterior significa que sí bien las patentes solicitadas por residentes en México aumentaron no fue lo suficiente cuando se comparan con otros países que estaban en condiciones científicas similares a nosotros. Es claro que el modelo científico impuesto tiene severas limitaciones y es urgente repensarlo.
Estamos frente a una verdadera transformación; es una oportunidad histórica que tenemos para imaginarnos una realidad diferente, construyámosla entre todas y todos.
*Profesor-Investigador Facultad de Negocios, Universidad La Salle México
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
Twitter: @BandalaCarlos