La palabra parteaguas en razón de lo vivido en inseguridad y violencia en este país fue sin duda una de las más usadas durante el sexenio del panista Felipe Calderón, tras las nefastas consecuencias por la puesta en marcha de la “guerra contra el narcotráfico” que hasta el 2011 la oficina de Calderón matizó como “lucha contra el narcotráfico”.
Si algo se recuerda del sexenio calderonista, así a bote pronto, es la endemoniada y virulencia fuerza con la que se desató no sólo la inseguridad, sino también la violencia que ha cobraba cientos de miles de vidas y heridos, a los que de manera desenfadada el esposo de Margarita Zavala llamó “daños colaterales”.
Ante la imposibilidad de que los cuerpos policiacos pudieran frenar tal barbarie, fue Calderón quien primero sacó al Ejército de sus cuarteles para actuar en el mismo escenario de los corporaciones civiles; además de que casi al final de su sexenio, el mismo que fue nombrado espurio por Andrés Manuel López Obrador en razón de las pruebas expuestas por el robo de la Presidencia, creó en el 2009 a la Policía Federal (PF) para apoyar las mismas tareas en contra de los flagelos delictivos y la dotó de facultades para realizar investigación preventiva y colaborar con la Procuraduría General de la República (PGR); al final, sin resultados elocuentes.
La responsabilidad de parar la masacre recaía entonces en Calderón –como después en Peña Nieto y ahora en López Obrador— y lo que se percibía es que o no quiso o no pudo enfrentar de manera eficaz al crimen. Fue el calderonato el parteaguas de la crisis de seguridad en los inicios de este siglo para México y hasta ahora la violencia no cede.
Sinceramente quien esto escribe, no cree que Calderón en principio quiera regresar al máximo y supremo poder de la Nación vía su esposa o algún títere a su servicio, y tampoco es por eso que en cada ocasión o resquicio mediático que encuentra, vocifera en contra del actual presiente de México. Que nadie se enganche y se deje engañar. Si Calderón sale al paso, es sólo para abonar en su raquítica defensa de un modo u otro, por el juicio sumario que se cierne sobre él y del que existe viabilidad sea legal por la masacre y ríos de sangre, desolación, fractura de la sociedad y de las familias que creció y se afianzó en su sexenio, como si de eso se tratara gobernar.
Un Felipe Calderón que intenta infructuosamente levantarse como el contrapeso a López Obrador, lo único que quiere es victimizarse para evitar un juicio político que suene a revanchismo.
Pero a Calderón le hace falta jugar ajedrez, no a las damas chinas.
Acta Divina… Felipe Calderón le pide al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que deje de dividir al país.
Para advertir… Ciertamente el consorte de la señora Zavala fue quien dividió a México entre cifras espeluznantes de muertos y vivos atemorizados e inseguros.