Cualquier medida gubernamental, del gobierno que sea, contra los derechos de las poblaciones y sectores vulnerables, de donde provengan, son indudablemente parte de populismos de derecha que acaban revirtiéndose contra sus propios habitantes. Son por principio inadmisibles y reaccionarias.
La razón de ser de los establishments políticos de cualquier latitud del planeta es precisamente el abogar siempre por los derechos y las libertades democráticas de migrantes, madres solteras, colectivos de preferencias distintas y franjas marginales de cualquier sociedad que pretenda ser moderna.
Ha sido comprobado en la historia universal que el respeto por los derechos humanos esenciales es la base de cualquier gobierno que se precie de humanista y abierto. Hasta en las monarquías supuestamente más duras y oligárquicas de la Tierra ésta ha sido una consigna y una bandera que no admite claudicaciones.
Amplias franjas y sectores de habitantes de los gobiernos regidos por las coronas nórdicas, las que representan históricamente los ascensos de los linajes más refractarios, han sido beneficiados en Suecia, Dinamarca, Holanda, Noruega y los que usted decida seleccionar.
El destino del hombre no puede estar delimitado por fronteras
Las políticas sociales no son propiedad de gobiernos emergidos de luchas revolucionarias, sino forman parte esencial del mínimo humanismo que les asiste en un mundo complejo y competitivo. Nadie puede invocar lesiones provocadas por quienes buscan asilo territorial para huir del hambre, de la opresión o de la venganza.
La historia del mundo está representada por la búsqueda de alimento, trabajo, techo y oportunidades de hombres, mujeres y niños a quienes se les niegan sus derechos esenciales en sus comunidades de origen. El destino del hombre no puede estar delimitado por fronteras, sus derechos son exigibles en cualquier parte. Lo contrario es lesivo para cualquier naturaleza. Somos un mundo de migrantes. Siempre lo hemos sido.
La carne humana no puede ser moneda de cambio
Los populismos de derecha, deseosos de quedar bien con todos, empezando con sus sectores acomodados y terminando con las presiones extranjeras sobre los gobiernos, tienden al fracaso. Siempre ha sido así, desde que el mundo es tal.
La oposición al asilo territorial, los diques a los humanos que se resisten a una vida indecorosa son absolutamente inadmisibles. El principio básico del cualquier gobierno que se precie de serlo es abogar por los indefensos, sean quienes sean. Lo otro forma parte de la vergonzosa discriminación y de la intolerancia humana.
Así como suena. Nadie tiene derecho de cancelar las oportunidades de vida de cualquier ser humano. Quien lo hace forma parte de algo despreciable, oscuro, intolerable. Ningún pragmatismo puede sostener esa actitud. La carne humana, el ser específico, no puede ser moneda de cambio de una decisión que atenta contra el desarrollo.
La política mexicana de asilo territorial siempre fue ejemplar
Grandes páginas mexicanas se han cubierto de prestigio por el cobijo territorial y la protección diplomática brindada a los españoles desplazados por la guerra civil del sanguinario franquismo, por la intolerancia estalinista contra Trotsky el profeta desarmado, del abrigo brindado a intelectuales, políticos y analistas latinoamericanos que huyeron de las dictaduras. La política mexicana de asilo territorial siempre fue ejemplar.
Cuando reclamamos airadamente el trato despótico a nuestros migrantes en tierras estadounidenses que se han aprovechado de su trabajo y esfuerzo por remediar la industria agropecuaria, la construcción, el sistema alimentario y las formas básicas de la producción en el país del norte...
... hablamos de posiciones duras que atentan contra el mismo sistema de vida norteamericano. Lo que pedimos fuera de nuestras fronteras debe estar apoyado por las actitudes que profesamos aquí adentro contra los que buscan nuestra protección y apoyo. Si no, contribuimos a dar pasto a las fieras del TLCAN para que nutran sus afanes descompensatorios.
El triunfo electoral de 2018: para auxiliar a la población indefensa
Nadie tiene derecho a renegar de su historia, así como nadie puede argumentar presiones para cambiar su curso, máxime cuando está en juego la supervivencia, la lucha por el pan y por la paz. Nadie puede ni debe plegarse a lo insensato para pretender obtener ventajas en lo que debe ser negociado de otras maneras.
Los términos de la claudicación, como siempre, están mal planteados y son de suyo injustos. No pueden ponerse en la balanza de la lucha política derechos que no deben ser conculcados, ni políticas humanitarias que en pleno siglo XXI no deben estar sujetas a negociaciones espurias e inconfesables.
Ningún logro puede enaltecerse mientras se ponga en el quid pro quo de la diplomacia un solo derecho de las poblaciones vulnerables. Sobre todo, porque la popularidad del movimiento que cristalizó en el triunfo electoral del año pasado se basó en el prestigio alcanzado por el nuevo régimen en el terreno de los programas sociales para la población indefensa.
¿Un sistema populachero de propaganda que no tarda en cansar?
“Por el bien de todos, primero los pobres” sigue siendo la promesa violada. El afán incumplido por el revanchismo, la insensatez, la incapacidad y la falta de ideología y programa de gobierno concreto que sostenga el cumplimiento cabal de los objetivos iniciales.
Ningún gobierno progresista puede sostenerse sobre luchas erráticas contra las corrupciones menores si no va en principio contra las corrupciones estructurales, aquéllas que han marcado el asesinato de la esperanza nacional.
La lucha frontal contra los delitos en desmedro del patrimonio, contra las devoluciones fiscales que están atentando contra la realización de los programas sociales, contra los modos de exacción económica básica está naufragando. Y ésta es una noticia que nadie esperó dar.
Lo demás es populismo trasnochado de derecha. Lo demás atenta contra la viabilidad de este gobierno y de cualquier régimen. Lo demás suena a claudicación, a impotencia o a un sistema populachero de propaganda que no tarda en cansar la paciencia del respetable.
La propuesta de las ciudades santuario en territorio mexicano, en los hechos "tercer país seguro " para deportados estadounidenses, esas casamatas que tienden a favorecer el recorrido hacia el sur de las fronteras del imperio chiquito, es una concesión que atenta contra los principios básicos de soberanía, de autonomía y de independencia.
No pasarán, como clamaba Dolores Ibárruri, La Pasionaria, defensora del Madrid republicano.
¿No cree usted?