Con el estreno en HBO de la miniserie 'Chernobyl', la explosión de un reactor nuclear en Ucrania despertó 33 años después la curiosidad de los usuarios por la tragedia. Pero lo que los productores de HBO prefirieron omitir sobre el destino de las víctimas fue el rol de Cuba en el tratamiento de más de 25.000 niños afectados por la radiación.
Este capítulo en la vida de las víctimas comenzó cuatro años después del accidente, justo el 29 de marzo de 1990 cuando Fidel Castro recibió en La Habana al primer grupo de 139 niños ucranianos, en respuesta a la solicitud de ayuda internacional del Gobierno de la entonces Unión Soviética.
Ese día nació en Cuba el programa de ayuda humanitaria "Niños de Chernóbil" que durante 21 años tuvo su sede en la playa de Tarará, un paradisiaco balneario ubicado a 30 kilómetros de La Habana, adonde llegaron infantes con diferentes enfermedades oncohematológicas provenientes también de Rusia, Bielorrusia y Armenia. En los momentos más difíciles de la crisis económica de la isla en la década del 90, el Gobierno de la isla mantuvo la atención a los pequeños afectados.
En la década de 1950, Tarará había sido conocido como el balneario de veraneo de la élite burguesa y militar de la isla durante la dictadura de Fulgencio Batista, y con la Revolución se transformó en el campamento deportivo infantil más grande de Cuba, según publicó Cubadebate.
Allí se crearon las condiciones para albergar y ofrecer un tratamiento integral a los afectados, lo que generó el mayor programa sanitario creado a nivel mundial para las víctimas del accidente. Fuera de la URSS, Cuba sola atendió más niños de Chernóbil que todo el mundo.
Además de las instalaciones clínicas para los afectados, entre ellas dos hospitales y una veintena de ramas médicas en el cuadro profesional, la pequeña urbanización balnearia disponía de un teatro, varias escuelas y áreas recreativas que se extendían por casi dos kilómetros de playas.
El hospital pediátrico de Tarará ofreció tratamiento a más de 25.000 infantes víctimas de la radiación, la mayoría afectados por cáncer, deformaciones, atrofia muscular, problemas dermatológicos y estomacales, además del estrés postraumático.
Según los especialistas cubanos los pacientes solían ser “portadores de más de una enfermedad crónica”, acompañadas de severas alteraciones psicológicas. Para distinguir a los afectados los clasificaron en cuatro grupos: desde los más graves, que podían permanecer meses en la isla, a los “relativamente sanos” del grupo IV, que permanecían entre 45 y 60 días.
Los cubanos se acostumbraron a ver a estos niños rubios tomando el sol y bañándose en la playa, lo que también formaba parte del tratamiento con melagenina y pilotrofina, dos de las sustancias que contribuyeron a mejorar la pigmentación de la piel y el crecimiento del cabello.
La Agencia Cubana de Noticias (ACN) anunció que este 2019 un nuevo grupo de 50 niños ucranianos, muchos de ellos hijos de quienes a comienzos de los 90 vivieron la misma experiencia en la nación caribeña, viajará a La Habana para tratarse.
El 26 de abril de 1986, una serie de errores fatales afectaron al reactor número 4 de la central atómica Vladímir Ilyich Lenin, cuyo núcleo del reactor quedó expuesto arrojando gran cantidad de material radioactivo y ocasionando un incendio que duró diez días. Prípiat, una ciudad de 50.000 habitantes construida para alojar a los trabajadores de la instalación y a sus familias, fue evacuada 36 horas después de la explosión. Todos habían quedado expuestos.