Se dice que el nivel de cultura y educación en un país se mide por el porcentaje de alfabetismo de su población, así como por su número de estudiantes graduados en estudios superiores, o en contraste, por la deserción escolar en el nivel básico. Sin embargo, algunas manifestaciones públicas por parte de los ciudadanos también demuestran las carencias o fortalezas de una nación en lo que a civismo se refiere.
Tal es el caso de lo ocurrido con un grupo de connacionales, que el pasado domingo quemaron por diversión la bandera de Alemania tras el triunfo de la escuadra mexicana sobre los germanos en el Mundial de Rusia.
Dicha acción, además de evidenciar la cabeza hueca de los fanáticos nacionales, también muestra la total ignorancia de estos hacia las leyes y su propia Constitución, que prohíbe la profanación de los lábaros patrios como la bandera.
Asimismo, la profanación generalmente es utilizada como un símbolo de protesta contra las políticas de un gobierno con las que no se está de acuerdo. En este sentido y por lo observado en el video (que fue condenado inmediatamente por diversos analistas deportivos), los responsables de la quema no tienen ninguna pinta de contestatarios.
Por otro lado, el acto perpetrado por los seguidores del balompié nacional revela su conformismo y soberbia, pues con un solo juego ganado en la justa mundialista (en primera fase) ya parecen sentirse campeones del mundo o de la copa.
Otro aspecto negativo que dejaron ver los indoctos adeptos de la Selección Mexicana es su carencia de madurez deportiva y conciencia cívica, pues la profanación de la bandera alemana puede ser fácilmente vinculada con un signo de barbarie.
Además, dicho suceso no abona nada positivo a la imagen que la tierra del águila y el nopal tiene en el resto del mundo. Y aunque para algunos la quema de la bandera germana no significa un evento de gran relevancia o algo que pueda tener consecuencias mayores, cabe recordar que naciones como Dinamarca pueden considerar ese tipo de acciones como una declaración de guerra, mientras que algunos internacionalistas subrayan que también puede provocar tensas relaciones comerciales entre los países involucrados.
Sumado a lo anterior, los pamboleros aztecas quedaron mal parados ante la manera de reaccionar de sus homólogos alemanes, quienes decidieron bajar su bandera e izar la mexicana como un reconocimiento al triunfo de los jugadores tricolores.
Finalmente, algunos internautas señalan que la “gracejada” mexicana también puede entenderse como la muestra de dos realidades diferentes: los fanáticos que se pierden en su devoción y como consecuencia del contexto de violencia en el que están inmersos, y el alto grado intelectual de los aficionados alemanes cuya vida no se reduce o gira en torno a un partido de futbol.